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Queridos hermanos,
En menos de tres semanas, comienza la temporada de fiestas de otoño con la Fiesta de Trompetas, el 23 de septiembre. Debido a la forma en que caen los días festivos este año, esta carta combina los meses de septiembre y octubre. Estas son las fechas de las Fiestas de este otoño:
Fiesta de Trompetas, 23 de Septiembre
Día de Expiación, 2 de Octubre
Fiesta de Tabernáculos, del 7 al 13 de Octubre
Último gran día, 14 de Octubre
¿Qué importancia tienen los “tiempos señalados” anuales? Cuando Dios colocó el sol y la luna en sus posiciones finales, lo hizo con el propósito específico de establecer las “temporadas señaladas” o “tiempos señalados”, que son los Sábados anuales de Dios. “Y Dios dijo, “Hayan luces en el firmamento de los cielos para dividir entre el día y la noche, y sean por señales, y por temporadas designadas, y por días y años; Y sean por luces en el firmamento de los cielos y den luz a la tierra.” Y fue así. Y Dios había hecho dos luces grandes, la luz más grande para gobernar el día y la luz más pequeña para gobernar la noche; y Dios había hecho las estrellas también. Y Dios las colocó [en posiciones específicas] en el firmamento de los cielos para dar luz a la tierra, y para gobernar sobre el día y sobre la noche, y para dividir entre la luz y la oscuridad. Y Dios vio que era bueno.” (Génesis 1:14-18).
El Sábado y los Días Santos de Dios: En las Escrituras, Dios declara que ha establecido su Sábado y todos los días santos y Fiestas para Su pueblo—convocaciones santas que se nos manda guardar en sus tiempos. De hecho, Dios creó el tiempo. Y al poner Su presencia en el primer Sábado semanal, lo santificó desde el principio: “Y para el comienzo del séptimo día Dios terminó Su trabajo el cual había hecho. Y descansó en el séptimo día de todo Su trabajo el cual había hecho. Y Dios bendijo el séptimo día y lo santificó porque en él Él descansó de todo Su trabajo el cual Dios había creado y hecho” (Génesis 2:2-3).
Piense en esto: El Sábado semanal y las temporadas señaladas son parte de la creación de Dios. Si alguien pudiera cambiar el Sábado o cualquiera de los días santos, tendría la autoridad para cambiar la creación misma de Dios—el sol, la luna y la tierra. ¡Sin embargo, ningún hombre tiene ese poder! ¡El hombre es lo creado, no el creador!
En el libro de Isaías, Dios demuestra cuán débiles son los hombres comparados con Él: “¿Quién [qué hombre] ha medido las aguas en la cuenca de su mano, y medido los cielos con un palmo? ¿Y quién [qué hombre] ha incluido el polvo de la tierra en una medida, y pesado las montañas en básculas, y las colinas en una balanza? ¿Quién [qué hombre] ha dirigido al Espíritu del SEÑOR, y quien [qué hombre] fue Su consejero para que él pudiera instruirlo? ¿Con quién [qué hombre] Él tomó consejo, y quien [qué hombre] lo instruyó y le enseñó en el camino de juicio, y le enseñó conocimiento, y [qué hombre] le hizo conocido el camino de entendimiento? He aquí, las naciones son como una gota en un balde, y son contadas como el pequeño polvo de las balanzas; he aquí, Él toma las islas como una cosa muy pequeña. Y el Líbano no es suficiente para quemar, ni las bestias de él suficientes para una ofrenda quemada. Todas las naciones delante de Él son como nada; y ellas son contadas por Él como menos que nada, y vanidad” (Isaías 40:12-17).
¿Cómo puede “menos que nada, y vanidad” cambiar la creación misma de Dios—el santo Sábado de Dios, Sus Fiestas señaladas y Sus días santos anuales? ¡Es imposible! Recuerde esto la próxima vez que oiga a alguien decir: “La iglesia cambió el Sábado del séptimo día de la semana ¡al primero!”—¡Estupidez en verdad!
Cuando Dios dio el mandamiento del Sábado a las doce tribus de Israel en el monte Sinaí, conectó el Sábado con la creación. Él mismo lo santificó. Mandó a los hijos de Israel a “recordar el día de reposo”, mostrando la conexión entre Dios, el Sábado y Su pueblo: “Recuerden el día Sábado para guardarlo santo. Seis días trabajarán y harán todo su trabajo. Pero el séptimo día es el Sábado del SEÑOR su Dios. En el no harán ningún trabajo, usted, ni su hijo, ni su hija; ni su siervo, ni su sierva, ni su ganado, ni el extranjero dentro de sus puertas; porque en seis días el SEÑOR hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que está en ellos, y descansó el séptimo día. Por tanto el SEÑOR bendijo el día Sábado y lo santificó” (Éxodo 20:8-11).
Dios no solo santificó el Sábado y lo hizo santo, sino que también declaró que, a menos que guardemos los Sábados de Dios—en plural, incluyendo los Sábados anuales—no podemos entender que Dios nos ha santificado. Note: “Y el SEÑOR habló a Moisés diciendo, “Habla también a los hijos de Israel, diciendo, ‘Verdaderamente guardarán Mis Sábados, porque [la observancia del Sábado] es una señal entre ustedes y Yo a través de sus generaciones para que sepan que Yo soy el SEÑOR Quien los santifica.”
“Por tanto guardarán el Sábado, porque es santo para ustedes. Todo aquel que lo profane ciertamente será condenado a muerte, porque quien quiera que haga algún trabajo en ese día, esa alma será cortada de entre su pueblo. Seis días puede el trabajo ser hecho, pero en el séptimo día es el Sábado de descanso, santo para el SEÑOR. Quien quiera que haga algún trabajo en el día Sábado, ciertamente será condenado a muerte. Por tanto los hijos de Israel guardarán el Sábado, para observar el Sábado a través de sus generaciones como un pacto perpetuo. Es una señal entre los hijos de Israel y Yo para siempre” (Éxodo 31:12-17).
La observancia del Sábado es un pacto perpetuo e inacabable entre Dios y Su pueblo. Independientemente de los argumentos humanos, los razonamientos teológicos o las proclamaciones de emperadores, papas, ministros o evangelistas, Dios nunca cambió el día de reposo ni sus Sábados anuales. Tampoco le concedió a ningún hombre el poder de cambiar los Sábados de Dios, como lo demuestra el hecho de que nadie tiene el poder de cambiar la creación misma de Dios.
La verdad es que Dios creó el Sábado y Sus fiestas para que fueran una bendición para la humanidad, no una maldición, como alega el cristianismo mundano de hoy. De hecho, Jesús declaró inequívocamente que Él es el Señor del Sábado—es Su Dueño. Declaró: “Y les dijo: “El Sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el Sábado; por tanto, el Hijo de hombre es Señor incluso del Sábado” (Marcos 2:27-28). La palabra griega para “hombre” es anthropos, que significa “hombre” en general o “humanidad”. Dios creó el Sábado para toda la humanidad, para que pudieran tener comunión con Él—a través de Su Espíritu Santo—y aprender de Sus caminos, Su plan y Su propósito para todos los seres humanos.
Pablo y el mandamiento del Sábado: En la epístola a los Hebreos, el apóstol Pablo deja claro que el pueblo de Dios—judíos y gentiles, aquellos bajo el Nuevo Pacto— debía guardar los Sábados de Dios. “Queda, por tanto, guardar el Sábado para el pueblo de Dios. Porque aquel que ha entrado en Su descanso [el Sábado del séptimo día], también ha cesado de sus obras [en ese día], justo como Dios lo hizo de Sus propias obras [al crear el Sábado]. Por tanto deberíamos ser diligentes para entrar en ese descanso [el Sábado semanal], no sea que cualquiera caiga tras el mismo ejemplo de desobediencia [de quebrantar el Sábado, como hicieron los hijos de Israel]” (Hebreos 4:9-11).
La palabra griega traducida como “guardar el Sábado” es sabbatismos, que solo significa “guardar el Sábado”. Por lo tanto, esta palabra también incluye todos los días santos y Fiestas de Dios, porque todos los días santos anuales de Dios también son Sábados. Por lo tanto, el término “guardar el Sábado” se aplica a todos los Sábados de Dios. No significa, como afirman los protestantes, que Jesús guardó el Sábado por nosotros, en nuestro lugar, liberándonos así de cualquier obligación de guardar el Sábado semanal o los Sábados anuales. Tales interpretaciones retorcidas se basan en la traducción incorrecta de Hebreos 4:9 en la RV60 y otras traducciones, que dice: “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.” La traducción incorrecta de la palabra griega sabbatismos como “reposo” no da ninguna indicación de la verdadera observancia del Sábado. Como resultado, se malinterpreta como un “descanso espiritual del pecado”—debido al perdón de los pecados. Sin embargo, sabbatismos no tiene tal significado. Este versículo es un mandato literal, que no debe interpretarse simbólicamente para justificar la observancia del domingo.
Debido a este razonamiento erróneo, los teólogos e iglesias "cristianas" rechazan el Sábado, alegando que Jesús "cumplió el Sábado"; por lo tanto, quedan exentos de cualquier obligación de guardarlo. Esta interpretación errónea no podría ser más alejada de la verdad. En el Nuevo Testamento, Dios aún nos manda guardar Sus Sábados—tanto semanales como anuales. ¡Jesús guardó el Sábado, al igual que los apóstoles y toda la iglesia primitiva!
Además, el sol, la luna, la tierra y las estrellas del cielo se utilizan en el Calendario Hebreo Calculado para determinar matemáticamente el momento correcto para observar los días santos y las Fiestas de Dios. Fueron establecidos por Dios en la creación y siguen siendo parte integral de la creación misma.
Note Levítico 23, donde se enumeran todos los días santos y Fiestas de Dios. Comienza con el Sábado semanal: “Y el SEÑOR habló a Moisés, diciendo, “Habla a los hijos de Israel y diles, ‘Con respecto a las fiestas designadas [plural] del SEÑOR, las cuales proclamarán ser santas convocaciones, incluso estas son Mis fiestas designadas [plural]. Seis días el trabajo será hecho, pero el séptimo día es el Sábado de descanso, una santa convocación. No harán ningún trabajo. Es un Sábado para el SEÑOR en todas sus viviendas” (versículos 1-3).
En Levítico 23, Dios enumera Sus fiestas en sus tiempos designados. Recuerde, dado que la ley de Dios es perfecta, Él ha dado estas Fiestas a Su pueblo como bendición: “Estas son las fiestas designadas del SEÑOR, santas convocaciones las cuales proclamarán en sus temporadas designadas” (versículo 4).
Dios también dio a los sacerdotes y levitas el conocimiento del Calendario Hebreo Calculado (el Calendario Sagrado de Dios) para que pudieran determinar cuándo proclamar y celebrar las Fiestas anuales designadas por Dios para Su pueblo. Hoy en día, también celebramos las Fiestas anuales y los días santos de Dios según el Calendario Hebreo Calculado. Técnicamente hablando, cuando se entiende correctamente, esta información no se preservó a través de los judíos. Más bien, fue preservada por los levitas dentro de la comunidad judía, porque eran descendientes de los sacerdotes y responsables de preservar ese conocimiento. A los de la tribu de Judá no se les confió la preservación del Calendario. Más bien, fueron los levitas entre los judíos quienes hasta el día de hoy han preservado la forma correcta de calcular estas temporadas santas designadas por Dios. Debido a que abrazan el judaísmo como religión, se les llama judíos, a pesar de ser levitas. Todas las Fiestas anuales y días santos ordenados en Levítico 23 se enumeran a continuación:
Hacia el final de Levítico 23, encontramos un resumen de estas Fiestas anuales y días santos de Dios. Observe que todas las santas convocaciones se llaman Sábados: “Estas son las fiestas del SEÑOR las cuales proclamarán ser santas convocaciones para ofrecer una ofrenda hecha por fuego al SEÑOR, una ofrenda quemada y una ofrenda de grano, un sacrificio, y ofrendas de bebida, todo en su día; además de los Sábados del SEÑOR, y además de sus regalos, y además de todos sus votos, y además de todas sus ofrendas voluntarias las cuales dan al SEÑOR” (versos 37-38).
Puede aprender más sobre estas magníficas Fiestas anuales y días santos de Dios, y su verdadero significado Bíblico y profético, en dos libros esenciales que tenemos en el sitio web: Días festivos ocultos o Días Santos de Dios—¿Cuáles? y El plan de Dios para la humanidad revelado por Su Sábado y Días Santos. En estos dos libros aprenderá el significado de estos días según se revela en las Escrituras—un conocimiento que ha estado oculto al mundo. Porque se niegan a creer y obedecer a Dios. Por lo tanto, están espiritualmente ciegos y no pueden entender la Biblia.
Jesús les dijo a Sus discípulos que conocerían los misterios del reino: Jesús habló a las multitudes en parábolas debido a su ceguera espiritual y desobediencia a Dios. Por otro lado, les aseguró a Sus discípulos que los misterios del reino les serían revelados. “Y Sus discípulos vinieron a Él y preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?” Y Él respondió y les dijo: “Porque ha sido dado a ustedes el saber los misterios del reino del cielo, pero esto no ha sido dado a ellos [en el mundo]. Porque quienquiera que tenga entendimiento, a él más será dado, y tendrá abundancia; pero quienquiera que no tenga entendimiento, incluso lo que tiene le será quitado.
“Por esta razón les hablo a ellos en parábolas, porque viendo, ellos no ven; y oyendo, ellos no oyen; ni entienden. Y en ellos es cumplida la profecía de Isaías, la cual dice: ‘Oyendo ustedes oirán y en ninguna forma entenderán y viendo verán, y en ninguna forma percibirán; porque el corazón de esta gente se ha engordado, y sus oídos son sordos para oír, y sus ojos han cerrado; no sea que ellos vean con sus ojos, y oigan con sus oídos, y entiendan con sus corazones, y sean convertidos, y Yo los sane.’ Pero benditos son sus ojos, porque ven; y sus oídos, porque oyen. Porque verdaderamente les digo, muchos profetas y hombres justos han deseado ver lo que ustedes ven, y no han visto; y oír lo que ustedes oyen, y no han oído” (Mateo 13:10-17).
Resulta que no solo debemos comprender las enseñanzas de Cristo, sino que el verdadero conocimiento de Dios y Su plan están directamente relacionados con amar a Dios el Padre y a Jesucristo, guardar el Sábado y las Fiestas anuales. Cuando estudiamos la Biblia correctamente y usamos correctamente la Palabra de verdad sobre el significado del Sábado y los días santos, Dios nos revela este conocimiento. Pero quienes no guardan el Sábado y los días santos nunca comprenderán el plan de Dios, porque esa comprensión solo se logra con una obediencia fiel y amorosa.
En el libro de los Salmos, encontramos que David amaba profundamente a Dios y Su santa Palabra. Escribió un Salmo sumamente amoroso y magnífico sobre la Palabra de Dios, Sus leyes, mandamientos, testimonios, estatutos, juicios, ordenanzas y preceptos. Es el Salmo 119. A continuación, se presentan algunos versos clave de este importante Salmo. Observe la tremenda actitud de fe, amor y obediencia, junto con la alabanza y el temor reverencial a Dios. Todos deberíamos estudiar profundamente este Salmo para que podamos tener un entendimiento verdadero y convertido de la Palabra de Dios. Dado que David era un hombre conforme al corazón de Dios, fue un tipo de Jesucristo. Por lo tanto, podemos concluir que todo el Salmo es también una profecía inspirada de la actitud de Jesús hacia toda la Palabra de Dios. Del Salmo 119:
“Con todo mi corazón Te he buscado; Oh no me dejes deambular de Tus mandamientos. Tu palabra he guardado en mi corazón, para que no pueda pecar contra Ti. Bendito eres Tú, Oh SEÑOR; enséñame Tus estatutos. Lidia generosamente con Tu siervo, para que pueda vivir y guardar Tu palabra. Abre mis ojos, para que pueda observar cosas maravillosas de Tu ley” (versos 10-12, 17-18).
“¡Oh cuanto amo Tu ley! Es mi meditación todo el día. Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos, porque ellos están siempre conmigo. Tengo más entendimiento que todos mis maestros, porque Tus testimonios son mi meditación. Entiendo más que los ancianos porque guardo Tus preceptos. He refrenado mis pies de todo camino malo, para poder guardar Tu palabra. No me he apartado de Tus ordenanzas, porque me has enseñado. ¡Cuán dulces son Tus palabras a mi paladar! Sí, ¡más dulces que miel a mi boca! A través de Tus preceptos obtengo entendimiento; por tanto odio todo camino falso” (versos 97-104).
Esta es la actitud y el amor que todos necesitamos tener por Dios, Sus mandamientos y Su Palabra para crecer en entendimiento. Y como David, también podemos pedirle a Dios que nos abra los ojos para contemplar cosas maravillosas en las Escrituras. De hecho, es Dios el Padre, mediante el poder de Su Espíritu Santo, Quien nos revela Su plan y propósito. No es porque seamos grandes o importantes. Más bien, nos concede el conocimiento de las cosas espirituales porque nos ama y nosotros lo amamos a Él y a Su Hijo. Pablo escribió: “[Dios] Habiéndonos hecho saber el misterio de Su propia voluntad, de acuerdo a Su buen placer, el cual se propuso en Sí mismo; que en el plan divino para el cumplimiento de los tiempos, pudiera traer todas las cosas juntas en Cristo, ambas las cosas en los cielos y las cosas sobre la tierra.
“Sí, en Él, en Quien también hemos obtenido una herencia, habiendo sido predestinados de acuerdo a Su propósito, Quien está haciendo todas las cosas de acuerdo al consejo de Su propia voluntad; que pudiéramos ser para la alabanza de Su gloria, quienes confiamos primero en el Cristo; en Quien también confiaron ustedes después de oír la Palabra de la verdad, el evangelio de su salvación; en Quien también, después de creer, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, el cual es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión comprada, para la alabanza de Su gloria” (Efesios 1:9-14).
Dios el Padre, a través de Jesús, también dio a todos los apóstoles el conocimiento de Su propósito—que nos convirtamos en hijos espirituales de Dios. Juan escribió: “¡He aquí! ¡Que glorioso amor nos ha dado el Padre, que deberíamos ser llamados los hijos de Dios! Amados, ahora somos los hijos de Dios, y no ha sido revelado aun lo que seremos; pero sabemos que cuando Él sea manifestado, seremos como Él, porque lo veremos exactamente como Él es” (I Juan 3:1-2).
De igual manera, el apóstol Pedro entendió plenamente el plan de Dios: “[Los] elegidos… quienes han sido escogidos de acuerdo al conocimiento predeterminado de Dios el Padre, por la santificación a través del Espíritu, a la obediencia y aspersión de la sangre de Jesucristo: Gracia y paz sean multiplicadas a ustedes. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Quien, de acuerdo a Su abundante misericordia, nos ha engendrado otra vez hacia una esperanza viva a través de la resurrección de Jesucristo de los muertos; hacia una herencia incorruptible y sin mancha e inmarcesible, reservada en el cielo para nosotros, quienes estamos siendo guardados por el poder de Dios a través de la fe, para la salvación que está lista a ser revelada en los últimos tiempos” (I Pedro 1:2-5).
En su segunda epístola, Pedro escribió que debemos despojarnos completamente de nuestra naturaleza humana y ser transformados para recibir la naturaleza divina en la resurrección: “Simón Pedro, un siervo y un apóstol de Jesucristo, a aquellos que han obtenido la misma fe preciosa que la nuestra por la justicia de nuestro Dios y Salvador, Jesucristo: Gracia y paz sean multiplicadas a ustedes en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor, de acuerdo a como Su divino poder nos ha dado todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, a través del conocimiento de Quien nos llamó por Su propia gloria y virtud; a través de la cual Él nos ha dado las más grandes y preciosas promesas, que a través de ellas ustedes pueden convertirse en participes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está en el mundo a través de lujuria” (II Pedro 1:1-4).
Pablo escribe que en la resurrección nuestros cuerpos serán completamente transformados de carne a espíritu. Nuestra herencia será recibir la naturaleza divina, como describe Pedro, pero también que nuestros cuerpos serán hechos como el cuerpo glorioso de Cristo: “Pero para nosotros, la mancomunidad de Dios existe en los cielos, desde donde también estamos esperando al Salvador, el Señor Jesucristo; Quien transformará nuestros cuerpos viles, para que puedan ser conformados a Su cuerpo glorioso, de acuerdo al trabajo interno de Su propio poder, por el cual Él es capaz de someter todas las cosas a Sí mismo” (Filipenses 3:20-21).
Nuevamente, Pablo muestra que seremos transformados de carne a espíritu en la resurrección. “Así también es la resurrección de los muertos. Es sembrado en corrupción; es levantado en incorrupción. Es sembrado en deshonra; es levantado en gloria. Es sembrado en debilidad; es levantado en poder. Es sembrado un cuerpo natural; es levantado un cuerpo espiritual. Hay un cuerpo natural, y hay un cuerpo espiritual; en consecuencia, está escrito, “El primer hombre, Adán, se convirtió en un alma viva, el último Adán se convirtió en un Espíritu eterno.” Sin embargo, lo espiritual no fue primero, sino lo natural—luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra—hecho de polvo. El segundo Hombre es el Señor del cielo. Como es aquel hecho de polvo, así también son todos aquellos que son hechos de polvo; y como es aquel celestial, así también son todos aquellos que son celestiales. Y como hemos llevado la imagen de aquel hecho de polvo, también llevaremos la imagen de Aquel celestial.
“Ahora digo esto, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda incorrupción. He aquí, les muestro un misterio: no todos dormiremos, sino que todos seremos cambiados, en un instante, en el parpadeo de un ojo, a la última trompeta; porque la trompeta sonará, y los muertos serán levantados incorruptibles, y nosotros seremos cambiados.
“Porque esto corruptible debe vestirse de incorruptibilidad, y esto mortal debe vestirse de inmortalidad. Ahora, cuando esto corruptible se haya vestido de incorruptibilidad, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces sucederá el dicho que está escrito: “La muerte es tragada en victoria.” Oh muerte, ¿dónde está tu aguijón? Oh tumba, ¿dónde está tu victoria?” (I Corintios 15:42-55).
Con amor en Cristo Jesús,
Fred R. Coulter